La prórroga de dos días de la tregua ha sido recibida con una mezcla de alivio y esperanza contenida por israelíes y palestinos. Los primeros, porque supondrá la liberación de, al menos, otras 20 mujeres y menores rehenes en Gaza; los segundos, por la excarcelación a Jerusalén Este y Cisjordania de otros 60 presos y, sobre todo, por añadir un pequeño respiro a una Franja devastada, cuyos habitantes viven cada día sin bombardeos y cada camión con ayuda humanitaria con la esperanza de que no sea el último.
“Las noticias de esta tarde traen un respiro de alivio a nuestra comunidad. Sin embargo, seguimos profundamente preocupados por nuestros seres queridos aún secuestrados”, ha señalado en un comunicado Osnat Peri, líder de Nir Oz, el kibutz israelí del que proceden los 11 rehenes liberados este lunes, pero tiene aún en Gaza otros 49 secuestrados el 7 de octubre. “Pedimos el regreso de todos, inmediatamente, cueste lo que cueste”, ha agregado.
La familia argentino-israelí Bibas emitió un comunicado en el que subrayaba su “gran incertidumbre” tras saber que el matrimonio formado por Yarden y Shiri, y sus hijos Ariel (de cuatro años) y Kfir, de 10 meses, no serían liberados tampoco este lunes. Poco después, el ejército israelí informó de que los cuatro no están en manos de Hamás, sino de otra facción palestina sin identificar. “El acuerdo nos ha dado esperanza, pero por mucha esperanza que haya no diré que están en nuestras manos hasta que no los vea delante de mí con mis propios ojos”, decía Yair Keshet, tío de Yarden, el viernes en Tel Aviv a este periódico.
En Gaza, la población solo espera resignada que el alto el fuego se convierta en definitivo. Es lo que piden los principales mediadores del pacto, Qatar y Egipto, y rechaza con vehemencia Israel. Su ministro de Defensa, Yoav Gallant, ya advirtió el jueves de que la pausa será “breve” y el ejército retomará la guerra “con intensidad” en toda Gaza.
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Búsqueda de agua y comida
Los palestinos están aprovechando la ausencia de cazabombarderos y drones en el cielo para salir a las calles a obtener comida (escasa y cara) y hacer cola para llenar garrafas con agua potable o las bombonas de butano. También sacan dinero en los bancos, a sabiendas de que la calma no durará más de unos días. El Ministerio de Sanidad del Gobierno de Hamás ha informado además de que el departamento de diálisis del Hospital Al Shifa, en la capital, ha vuelto a funcionar, una vez retiradas las tropas israelíes que lo ocuparon.
“Sí, los bombardeos han parado, pero necesitamos una tregua que nos permita volver a nuestras casas. Si no, no tiene sentido. Prefiero volver a mi casa y morir allí que estar en una tienda de campaña viviendo con vergüenza y forzado a depender de otra gente para las necesidades básicas”, aseguraba a la cadena Al Jazeera Ayman Harb, un padre de tres niños que aprovechó el cese de las hostilidades para cruzar al sur de la línea a la que Israel ha forzado a desplazarse a cientos de miles de personas.
Hamás solo prorroga, de momento, la tregua durante 48 horas porque únicamente puede comprometerse a la entrega de 20 mujeres y menores, ya que tiene que localizar al resto, según aseguró a los mediadores cataríes. Uno de los dirigentes del grupo armado islamista, Jalil Al Hayya, ha señalado a última hora del día que, pasados los dos días adicionales, debe negociarse un nuevo acuerdo que incluya también a varones adultos.
Es el caso de Yonatan Samrano, secuestrado en el festival Nova. Su madre, Ayelet, ha pedido este lunes en la televisión pública nacional poner fin a la “jerarquización” de los rehenes. “Tenemos la obligación no solo de recibir lo que nos dan, sino de pedir. De dictar nosotros la lista”, ha asegurado. O de Itai Regev, de 18 años, cuya hermana Maya sí recuperó el domingo la libertad, en el marco del pacto. “Es muy duro para Maya estar aquí y que Itai esté en Gaza. Es un tiovivo de emociones difícil de describir”, aseguraba su madre, Mirit.
Visita de Sinwar
Aunque la información sobre el estado de los rehenes israelíes liberados está siendo muy controlada, han ido emergiendo detalles sobre las condiciones de su secuestro en Gaza, principalmente por publicaciones de los familiares en redes sociales o informaciones de los medios locales. Como se puede ver en las imágenes, están en aparente buen estado físico, salvo una anciana de 84 años que permaneció medio centenar de días sin la medicación de las enfermedades crónicas que arrastraba y se encuentra hospitalizada de gravedad. No fueron agredidos ni torturados, y recibían medicamentos de forma intermitente. Sorprendentemente, Yahia Sinwar, el líder político de Hamás en Gaza y hombre más buscado por Israel, visitó a algunos de ellos y los trató de tranquilizar en hebreo, lengua que aprendió en prisión y habla con fluidez. “Hola, soy Yahia Sinwar. No podéis estar más protegidos aquí. No os va a pasar nada”, les dijo.
Todos los rehenes han perdido peso porque recibían poca comida (por lo general arroz, humus, pan de pita y agua), en la línea de la situación que padece la mayoría de los habitantes de Gaza. Algunos tienen enfermedades cutáneas, aparentemente por permanecer bajo tierra. Itai Pesaj, gerente del director pediátrico Safra, cerca de Tel Aviv, ha asegurado que los niños rehenes están pudiendo volver a su casa tras recibir atención médica básica y que los psicólogos no les están haciendo preguntas sobre lo sucedido.
Quienes eran retenidos en lugares más recónditos bajo tierra dormían en bancos de plástico y, en ocasiones, tenían que esperar entre una y dos horas para poder ir al baño. Una parte fue dividida en función de la localidad en la que fueron capturados, por lo que se conocían. A algunos se les permitió tener acceso a las noticias de radio en hebreo. Fue así como una mujer descubrió que su hijo había sido asesinado el 7 de octubre. Otros solo supieron que habían perdido aquel día seres queridos una vez de vuelta a Israel.
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